Entretanto la desgracia llenaba, bajo todas las formas, tierra, mar y aire. Las enfermedades se deslizaban día y noche por entre los humanos, solapadas y silenciosas pues Zeus no les había dado la voz. Un tropel de fiebres sitiaba la Tierra, y la muerte, antes remisa en sorprender a los hombres, precipitó su paso. La vejez, la enfermedad, la fatiga, la locura, el vicio, la pasión, la plaga, la tristeza, la pobreza, el crimen; todos los males del mundo se habian extendido por la tierra y sólo la esperanza quedó oculta en el fondo del arca.